La ausencia de billetes de dos y cinco pesos, sumado a la inexistencia de monedas, ofrece un panorama por demás alentador al trabajo de los playeros, en especial a aquellos que se desempeñan en el despacho de GNC. Es que la carga, al ser casi siempre a tanque lleno, arroja un importe que pocas veces llega a ser exacto obligando a redondear y casi siempre para arriba, procurándoles un plus a sus ingresos.

“La cifra llega ser importante al cierre del turno” reconocen los operarios, que ahora optan por  desempeñarse en ese sector de la estación de servicio por las ventajas que le ofrece a su bolsillo.

Los combustibles líquidos, por el contrario, son en general sin centavos. “100, 200 o 300, son los importes más comunes”, afirman. Incluso, la gran mayoría los pagan con tarjetas quitando la posibilidad a los empleados de hacerse de algún vuelto.

La escasez de monedas también juega a favor de las propinas, ya que ahora, por cada servicio adicional se entrega un billete. Si bien los trabajadores rehúsan mencionar cifras, admiten que se llevan a su casa casi un tercio del sueldo por este concepto.

Este aspecto juega un papel preponderante a la hora de las indemnizaciones. Como se recuerda los últimos fallos judiciales la reconocen como parte de la remuneración salarial aunque como una ganancia no consensuada ni generada en el contrato de trabajo.

No obstante, y al ser público y notorio que en una estación de servicio, no todos los clientes dejan propinas, sólo aquéllos a los que se le limpian los vidrios, o se les inflan los neumáticos, los magistrados valúan esta contraprestación en un monto que no puede exceder el 20 por ciento de la remuneración en dinero.